viernes, 23 de enero de 2009

"El beso de la mujer araña"


Para nadie es un secreto que soy un aficionado a ver teatro. La obra que da título a este post debe ser la sexta obra que disfruté. Anteriormente he visto “El perro del hortelano” (en La Plaza), “Antígona” (Teatro Británico), “Extremos” (Británico), “La Celebración” (La Plaza), “El Mentiroso” (Teatro Mario Vargas Llosa) y “En casa/en Kabul” (Teatro de la Alianza Francesa). Particularmente, es algo que disfruto demasiado porque no solo me permite desconectarme de MI realidad y sumergirme en otra sino que es una manera de relajo increíble. Y gracias a Dios he tenido la suerte que toda obra que he ido a ver ha sido realmente buena. Definitivamente tengo mis favoritas pero en general siempre he salido satisfecho de la sala en parte porque antes de pagar mi entrada tengo la obligación de leer un poco de la crítica que hace el dramaturgo Alonso Alegría todos los jueves y domingos en sus columnas de Perú.21. El teatro, para un estudiante, no es algo tan barato por ello tengo que asegurarme que lo que voy a ir a ver realmente llene mis expectativas y felizmente, hasta ahora, siempre ha sido así.

“El beso de la mujer araña” realmente fue sorprendente por varios motivos. La sinopsis, como debe ser, nos da una idea de lo que veremos, sin embargo creo que la obra trasciende un poco la descripción: “Un activista político y un romántico homosexual comparten la celda de una cárcel de Buenos Aires. Forzados a convivir en ese espacio, deberán aprender a comunicarse. Mientras el joven intenta enseñarle a su compañero a pensar en términos políticos, el homosexual se aferra a una realidad diferente, el glamoroso mundo del cine. Una intensa relación se irá tejiendo entre estos dos hombres y les ofrecerá la posibilidad de sobrevivir”.

No eran solo dos hombres en una celda por causas diferentes sino que las personalidades, al ser opuestas, no parecen, al principio, encontrar un punto medio que les permita una obligada convivencia. De repente, como dijo mi amiga Claudia, sus personalidades, en realidad, las encontramos en una sola persona ya que tenemos algo de racionales y de emotivos y sensibles. No obstante, en el contexto en que se encontraban los argumentos de Valentín (el activista) parecían ser más sólidos (precisamente por ser más elaborados) y más convincentes. El solo hecho de insinuar algo parecido al sexo podía ser agobiante pues él no podía salir. Y tampoco podían permitirse mostrarse melancólicos por lo que pudiese suceder afuera, pues los guardias tenían que verlo fuerte y decidido a no abandonar la lucha que lo tenía allí. Pese a todo ello la historia que Molina (el homosexual) va relatando a lo largo de la obra, de alguna manera, apacigua los caldeados ánimos del preparado comunista. El cine, presente a través del relato de “la mujer pantera” tiene la facultad de sacar la esencia de cada uno de los prisioneros. De pronto se veía a un Valentín que hablaba de “la compañera” que lo esperaba y de un ideal que de ella tenía. Por otro lado, destacó un Molina haciendo cuestionamientos concisos y haciendo análisis que no eran esperados tratándose de un hombre (¿o mujer?) que solo vivía el momento y trataba de ocultar los demonios que tenía. Sin duda, la obra había llegado a un momento en el que las diferencias se habían disipado pero donde principalmente había perdurado la tolerancia y la comprensión pues inclusive el beso que inevitablemente llega no es la culminación de un acto de amor ni mucho menos sino que es solo un elemento frente a la vorágine de sensaciones que solo produce la amistad, el cariño pero sobre todo el afán de supervivencia.

Y es ese afán, precisamente, el que se evidencia y que hace que uno le ofrezca la posibilidad de sobrevivir al otro, tal vez no de una manera conciente ni interesada (aunque en algún momento esto parece ser así) mas sí de una manera humanitaria y digna, pues sin proponérselo cada uno sacó lo mejor del otro inclusive tratando de convencerse de lo equivocado que estaba su compañero de celda en su manera de ver el mundo. Muy difícil saber quién tenía la razón e inclusive identificarse totalmente con uno. Como dije, los argumentos de Valentín parecían más sólidos y acordes con la situación (inclusive su visión de vida en algunos momentos me hacían recordarme) pero era imposible no dejarse llevar por la narración que hacía Molina pues, con esa peculiar forma de contar y esas acotaciones precisas y también cómicas, hacían de este personaje un ser bastante simpático pero no por ello menos brillante y con un glamour admirable pues ante todo “era una dama”. Cabe resaltar las actuaciones de Paul Vega y de Rodrigo Sánchez Patiño que fueron brillantes. Sus personajes, al estar bien elaborados, simplemente hicieron que la obra fluya de manera increíble. Por último, nada mejor que compartir una pieza de teatro con personas que también lo disfrutan y que saben opinar al respecto: Gracias Angela, Claudia y Julio.

A continuación, una parte de la obra y entrevista que El Comercio les hace a los protagonistas y a la Directora. Y después un bolero que escuché en la obra llamada “Alma mía”.


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