miércoles, 21 de octubre de 2009

Mi mundo gira a tu alrededor*


Mi mundo gira a tu alrededor porque cuando tú estás feliz, yo también lo estoy. No importa que haya pasado ese día: Tu sola sonrisa ya hace que mi día haya sido el mejor. También cuando tú estás triste yo también lo estoy. De pronto ese día fue el mejor que tuve pero basta que tu malhumor invada mi vida para que yo automáticamente piense que jamás la había pasado tan mal. Muchos podrían decir que lo que me pasa es una humillación, falta de amor propio o cualquier cosa por el estilo. Yo creo firmemente que soy dependiente de ti. Si tú caminas, yo tengo que ir a tu ritmo. Si tú blasfemas contra alguien, yo no tardo en hacer lo mismo. Si tú humillas, por supuesto que también lo haré.

Evidentemente esto me ha traído innumerables problemas. Problemas que nunca se los comparto a nadie por esa extraña manía de reservarme las cosas solo para mí y nadie más que a mí. Claro que esto no es totalmente cierto, pues a veces te los comparto a ti o a alguna otra persona a la que tengo confianza pero la prioridad siempre es tuya aunque sé que te quejes porque piensas que te oculto cosas. No te oculto nada. Miento. Te oculto muchas cosas pero no más de las que debas saber. Es decir, que lo que te oculto no es de gran relevancia a excepción de un par de cosas que de repente te dolerían y creo que es precisamente por eso que no te cuento.

Tus consejos usualmente nunca son sabios. Usualmente. Pero, como la gran mayoría de mis amigos y amigas, tienes momentos de lucidez en los que eres absolutamente brillante. No solo brillante sino impredecible. Sabes que no me gusta que me des la contra pero lo haces y lo disfrutas. Y eso es lo que me gusta de ti. Eso es lo que me encanta. Es por esa razón que estoy loco por ti. Tan loco que eres la persona que ejerce mayor influencia en mí. Tan loco que dejo que lleves una conversación. Tan loco que no te contradigo. Tan loco que me encanta tu andar errático y tus frases mal dichas. Tan loco que logras que nunca me moleste contigo. Tan loco que logras que jamás me moleste contigo. Tan loco que digo que estoy loco por ti. Tan loco que nunca diría eso en tu cara y tan loco que jamás lo aceptaría en público.

Para muchas personas esto puede significar una sumisión de esas que jamás pensaron ver en mí. Claro, yo, el insensible, el que jamás podrían entender la real y verdadera dimensión de lo que realmente le ocurre a los demás. Pero no. Esta no es una sumisión: Esta es una declaración de independencia. –Perdón, de dependencia querrás decir. –No, no me equivoco, digo de independencia. -¿Por qué?- Porque me independizo de mis principios y de todo lo que yo creo para seguir tus linderos, tus senderos, tu camino y tu luz. ¿Si eso me creará dependencia? No lo sé pero de lo que estoy seguro es que cuando estoy contigo soy libre y renuncio a todo por estar libre en la prisión de tu cuerpo, de tu sonrisa, de tus mejillas, de tus cabellos, de tus caderas, de tus piernas, de tus brazos, de tus muslos, de tus manos, de tus pies, de tu busto, pero sobre todo de tu alma y de tu corazón.



*Este post va dedicado a ella, a ella que, estoy seguro, pronto aparecerá.