lunes, 12 de abril de 2010

De cuando decidí creer...


Para nadie es un secreto la conservadora educación que recibí. De hecho, gran parte de mi familia se enorgullece de habérnosla dado y, claro, no la culpo pues no hubiera podido ser de otra manera dado que no tenía otro referente. Sin embargo, este asunto no solo vino de casa sino, por supuesto, del colegio. A diferencia de muchas personas yo la pasé muy bien en el colegio. No puedo decir que fue la época más hermosa de mi vida porque no la fue, sin embargo conocí a personas tan espectaculares que es inevitable acordarme de ellas cuando viene a mi mente una gran mole azul y celeste en medio de dos avenidas importantes del distrito y esbozar una sonrisa de pura nostalgia.

Pese a todo ello, muchas veces, y lo recuerdo perfectamente, odiaba esa política religiosa del mete miedo. Tal vez la gran mayoría de mis compañeros y amigos no se hacía muchas paltas por ello, simplemente lo asumían como parte del paquete Marista. ¿Y en qué consistía esta política? Era esa en la que nos decían que teníamos AB-SO-LU-TA libertad de hacer lo que nos haga felices pero sin exceder los límites y precisamente eran estos límites los que uno quería explorar. Como decía, muchos no se hacían paltas o no hacían lo que querían (me incluyo) o las hacían a escondidas y si los descubrían pues cargaban con el muerto pero sin mayor apremio. Hasta la gente que se creía más “viva”, era incapaz de decir algo que incomode. ¿Si me estoy lavando las manos porque esperaba que ellos hablaran y yo no hacerlo? Probablemente. Recién ahora puedo cuestionar todo ese conformismo absolutista del que fuimos presos. Porque, cabe aclarar que si no te unías, te mantenías al margen pero jamás, JAMÀS contradecías. Y lo que me molestaba más aún que usaran a Dios, a la Virgen y a San Marcelino en esa defensa cerrada de la moral y las buenas costumbres, las cuales eran aceptadas por los padres cuando ellos, y está de más decirlo, eran los primeros en transgredirlas.


Como suele ocurrir en una gran parte de casos, el utilizar los nombres que no les correspondía usar originaba rechazo, distorsiones, cismas y (sí) dilemas morales. Pero todo en voz baja, muy baja y sin mucho aspavimento. O si alguien las decía era un “posero, pues”. Eso originó que dejara de creer, no de manera absoluta pero sin con mucho escepticismo, en la Iglesia Católica y en muchas cosas. Jamás cuestioné si hubo o no la Resurreción, si María era Virgen o si María Magdalena tuvo algo con Jesús. Para ser sincero, me parecía una tontería estar discutiendo esos temas porque creo firmemente que cada uno elije qué creer y si no te gusta, piña pues. Lo que sí cuestionaba y aún cuestiono es el cinismo de algunas personas al decir infinidad de cosas y después no hacerlas. Esos golpes de pecho y el fingir que son las personas más altruistas del planeta cuando ni en sus más profundos lo serán. Me llega la pose del arrodillamiento y los ojitos cerrados cuando simplemente lo hacen para no ser señalados como malos hijos de Dios, cuando en la vida diaria son parte de la peor calaña.

Pero ojo, no hay que caer en el facilismo de criticar esas cosas sin tomar en cuenta que hay gente que lo hace con verdadero compromiso y siendo muy consecuentes con los que piensan y hacen. Mis respetos para ellos. Inclusive, siento un gran respeto por muchos sacerdotes quienes sabiendo que los integrantes de la Iglesia muchas veces cometen grandes errores no le huyen a nada y siguen viviendo para influenciar en sus feligreses y todos vivamos de la manera más pacífica y tolerante posible, no tapándose los ojos y negando asuntos evidentes sino cuestionando de manera correcta y como dicta la conciencia y la justicia.


A través de los años, he vuelto a la senda del catolicismo pero no de la misma manera como la aceptaba en el colegio. Probablemente algún personaje de calzón con bobos cuestione mi forma de llevar la religión y me dirá hipócrita o Católico a la carta. Pero, para ser sincero, no me interesa. Yo elegí creer en Dios y en la Virgen porque, más allá de que algunos cuestionen su divinidad y otros asuntos arriba expuestos, se han convertido en esa fuerza sobrenatural y humana a la vez que me hace sentir fuerte y seguro. Es una fuerza que me inspira a levantarme cada vez que me caigo. Es una fuerza y una luz que me guía y que se convierte en mi todo. Tal vez a muchas personas les moleste o incomode mi positivismo y optimismo, pero ello me lo brinda Dios. Si sientes que tu vida se siente incompleta, tal vez le falte Dios. No creas nunca que tu estilo de vida y Dios son incompatibles, dejemos que esas ideas anacrónicas mueran en nuestras generaciones. Dios, nos acepta y nos quiere como somos. Además la máxima de la vida es la felicidad y el amor, por más cursi que nos parezca, y todos luchamos por ello. Eso es ser verdaderamente consecuente: luchar no solo por nuestra felicidad sino también por la del otro. Líneas arriba, juzgaba los falsos golpes de pecho y las limitaciones que nos imponían. Generalmente esas personas tienen su vida en oscuridad y en mierda y así quieren que sea la vida de todos. No dejemos que eso ocurra, luchemos nosotros con la fuerza divina por ser felices. Si ser felices implica (aunque Pellón o Llajaruna -a quienes recuerdo con mucho cariño- probablemente no concuerden conmigo en algunas de estas apreciaciones) que tengas que usar una píldora que no es abortiva, que tengas que ir contra los prejuicios de cualquier tipo, que quieras estar con alguien de tu mismo sexo o que tengas que escoger un método anticonceptivo ¿qué esperas? Lucha por ello. Evidentemente, la Iglesia no estará de acuerdo en muchas cosas que pienso y en las que creo firmemente pero no quiero que nada vaya en contra de mi lucha, porque además y esto es lo más importante Dios donde quiera que esté sé que quiere estar conmigo en mi felicidad.



Todo esto no fue por una espontánea nostalgia y por un súbito arranque de religiosidad. El domingo fui a misa (y no tengo vergüenza de admitirlo) y el Sacerdote nos recordó lo bonito que es preguntar por tu vecino, acogerlo y ver su felicidad. No olvidemos de hacerlo, luego esa persona nos puede retribuir en el momento que más lo necesitemos.




Y bueno, canciones para relajarnos un poco y ser felices.

Bad kids- Black lips.



A bushel and a peck- Doris Day.



Mes emmerdes- Charles Aznavour.



Quelqu'un m'a dit- Carla Bruni.